A mi madre,
a su sonrisa repartida por el césped,
siempre a la espera de que nazca
una nueva rosa en su jardín.
GUARDIANA DE ROSAS
Vigilante, vigilando,
en espera de que la mañana
despierte a su ejército de pensamientos,
enredaderas y jazmines.
Vigilante, vigilando,
allá, a lo lejos, se le quedó prendido el sol
en la profundidad de las olas,
tú guardiana, atenta al nacimiento del día,
al saludo de los pétalos
al alegre canto de los pájaros.
Le digo adiós -cuando me marcho-
y se le vuela la sonrisa de azucena.
Juana J. Marín Saura
Poemario: Pagoda de diamantes (1988)
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario